La situación dentro de la cueva fluctuaba entre la duda y la indecisión. Estaban en una encrucijada, divididos entre obedecer a Kent, el joven líder que acababa de revelar su visión para el futuro, y la incertidumbre de forjar sus propios caminos.
La dura realidad, sin embargo, era que sobrevivir fuera de la situación actual parecía imposible.
Las miradas de todos estaban fijas en Kent, sus rostros llenos de curiosidad y temor. Fue entonces cuando una figura menuda, de no más de tres pies de altura con una apariencia juvenil, dio un paso adelante.
—Joven, mi nombre es Kumari. Mi familia, las mujeres de nuestro clan, están malditas para nunca crecer más allá de los tres pies ni envejecer. Pero no son solo nuestras limitaciones físicas las que nos han definido; es la tragedia que nos ha golpeado. Mi preciada familia fue aniquilada por la familia Quinn.
Los ojos de Kumari se clavaron en los de Kent, su mirada penetrante.