—Si realmente piensas que te perdonaré la vida por tu origen —se burló Kent, su voz cortando el silencio—, entonces eres el hombre más tonto que existe. Todo el lujo, el poder, los años interminables de dominio… y ahora vas a morir como un villano de tercera categoría, rogando por misericordia. Casi te compadezco. La risa de Kent resonó por las montañas, oscura y definitiva.
La boca de Felipe se abrió en un grito silencioso, sus ojos saltones mientras el agarre de Kent se apretaba.
Pero justo cuando la vida de Felipe pendía de un hilo, algo extraño comenzó a suceder. Su piel se oscureció, y una sombra espeluznante se retorció por sus venas, convirtiendo su carne en un negro enfermizo. Su cuerpo se contorsionó, transformándose de maneras malvadas mientras un espíritu antiguo despertaba dentro de él.