Los espectadores, nobles y plebeyos por igual, alzaron el cuello hacia arriba, sus murmullos y suspiros llenaron el campo de batalla vacío.
—Desaparecieron... Dios, realmente entraron en el Terreno de Guerra —susurró alguien en un tono de incredulidad.
—¡La familia Frost hizo lo imposible! —gritó otro en asombro.
La pantalla mostró el momento impresionante cuando Kent, su Arco de Dragón León brillando con un resplandor divino, cruzó las puertas del Terreno de Guerra. La explosión de llamas rojas pareció saltar de la pantalla, y la formación de aguja del ejército Frost se lanzó hacia adelante como una lanza imparable.
En cuestión de momentos, todo el ejército desapareció en las profundidades carmesí del Terreno de Guerra.
—¡Qué precisión… qué poder! ¡Hizo que esas dos grandes familias parecieran unos tontos! —exclamó un comerciante, agarrándose el pecho.