¡Absolutamente aplastado!

Isla de Nadie...

Los vientos sobre la Isla de Nadie llevaban una calma inquietante mientras el gran ejército del Séptimo Reino llegaba a sus costas.

Las olas chocaban suavemente contra las rocas dentadas, ajenas a los miles de soldados que desembarcaban en perfecta formación, su armadura brillando bajo el pálido sol. Al frente cabalgaba el Maestro del Palacio Dalkir, mientras los comandantes superiores susurraban órdenes a través de orbes de comunicación resplandecientes que parpadeaban como llamas.

La isla se extendía ante ellos como una bestia durmiente, pero sus bordes estaban alineados con una barrera iridiscente que brillaba débilmente, como aceite sobre el agua. Era la barrera establecida por Kent.

Los ojos de Dalkir se entrecerraron mientras contemplaba la pared translúcida.

—Preparar las formaciones de asedio. Las órdenes del Emperador Ryon eran claras: la Isla de Nadie debe caer bajo nuestro control hoy —anunció Dalkir.