La mención de Kent provocó una oleada de murmullos entre la multitud. La gente se volvió para mirar hacia las cámaras interiores del Salón de la Música, donde Kent se había encerrado hace días.
Gordo frunció el ceño. —Kent está en medio de algo importante. Sabes que está practicando seriamente en un estado iluminado. No podemos molestarlo.
Los ojos del Caballero de la Tormenta destellaron con urgencia. —Este no es momento para vacilar. La situación es grave. Si Kent no interviene, ese veneno tocará esta sala de música pronto.
Una mujer de la multitud habló, su voz temblorosa. —Pero la iluminación de Kent no puede ser perturbada ya que podría enfrentar consecuencias. Si lo interrumpimos ahora…
Gordo alzó la mano para silenciarla. —La decisión no es tuya ni mía. Si despertamos a Kent ahora, corremos el riesgo de perder la perspectiva que está ganando. Así que no permitiré que nadie lo moleste ahora.