Las manos de Mu Yunchun eran tiernas, suaves y sedosas, como si no tuvieran huesos.
Con sus manos sin hueso sujetando las de él, Yang Xiaotian sonrió y dijo —Sí, he vuelto.
Mu Yunchun, todavía sujetando emocionada la mano de Yang Xiaotian, tenía una expresión que parecía ser una mezcla de regaño juguetón, alegría, agravio y encanto —Hermanito ha estado fuera por más de dos años. Nunca volviste a ver a tu hermana, ¿me olvidaste?
Yang Xiaotian sacudió la cabeza y rió —No, siempre he recordado a hermana.
Al escuchar esto, el corazón de Mu Yunchun se sintió tan dulce como si hubiera bebido miel, su rostro entero sonrojado de deleite —Hermanito, te vas a quedar un rato antes de irte esta vez, ¿verdad?
Yang Xiaotian asintió y sonrió —Sí, me quedaré unos días más antes de irme.