Zhou Heng no se demoró, su figura saltó y huyó en un abrir y cerrar de ojos.
A los pocos minutos, estaba de vuelta en la posada, empujando la puerta de su habitación. Docenas de velas iluminaban el espacio, lanzando un suave resplandor que parecía lavar su aura asesina, aportando claridad instantánea a su mente y espíritu.
—¿Ya de vuelta? —la voz de Xiao Huoshui llegó perezosamente, dulce e irresistible como si se exprimiera de la miel.
Zhou Heng se acercó y vio a la mujer seductora recostada en una silla larga, su cuerpo enrollado como un pequeño gato, cubierto por una manta delgada que delineaba perfectamente su impresionante figura.
Recordó que ella había dicho que no llevaba ropa cuando dormía.
¡Zhou Heng no pudo evitar sentir que su corazón se agitaba, debajo de esa fina manta estaba su desnudo y maravilloso cuerpo?