Fang Xiwen era realmente una mujer hermosa, pero Zhou Heng no lograba ver en ella ningún punto de atracción que lo atrajera. Su belleza no igualaba a la de Mei Yixiang, su físico era inferior al de Gu Zi, su encanto era menos cautivador que el de Xiao Huoshui y su inocencia juguetona ni siquiera se podía mencionar en la misma frase que la de Lin Fuxiang.
¡Solo si hubiera consumido varios cientos de jin de afrodisíaco, dejando sus sentidos en desorden, consideraría alguna vez tocar a tal mujer!
—Descansa tranquila, ¡no me interesas! —dijo Zhou Heng con calma—. ¡Puedes irte ahora! Su expresión era fría, y secretamente pensaba que si Xiao Huoshui no hubiera ido a dormir la siesta en el carruaje de Mei Yixiang, Fang Xiwen naturalmente se sentiría avergonzada en presencia de tales verdaderas bellezas y cesaría su charla sin sentido.