Muchas personas, no solo Gongyang Taisun mismo, pensaban que Zhou Heng estaba usando una Espada Rota para humillarlo.
—¡Despreciable!
—¿Era Gongyang Taisun un payaso?
El rostro de Gongyang Taisun se volvió excepcionalmente sombrío. No era un hombre de mente profunda e insidiosa; por el contrario, llevaba sus emociones a flor de piel. Su trasfondo era tan poderoso que no necesitaba ocultar sus sentimientos. ¿Qué importaba si desenvainaba su espada y mataba a alguien por capricho? ¿Quién se atrevería a castigarlo?
—¿Leyes, reglas de hierro?
—¡Estos eran solo grilletes para los débiles. Los fuertes siempre han estado por encima de todo!
—¡Buscando la muerte! Una intención asesina brilló en sus ojos, pero inmediatamente la suprimió. Matar a un farmacéutico en público, y no solo cualquier farmacéutico sino un Farmacéutico Sagrado... él no tenía las calificaciones, ni siquiera su padre y su maestro se atreverían a tal imprudencia.