Zhou Heng estaba muy involucrado en el beso, descubriendo que aunque la mujer parecía distante, había una llama escondida en su corazón que, una vez encendida, ¡podría incinerar a un hombre! Bing Xinzhu inicialmente permaneció tan rígida como la madera, como si estuviera aturdida por el beso de Zhou Heng, dejándolo saborear sus labios en silencio. Pero después de un rato, ella respondió, no con un beso, sino con una feroz mordida en sus labios.
—¡Ay, qué eres, ¿un perro? —Zhou Heng hizo una mueca y se retiró. Sus Huesos Divinos eran lo suficientemente fuertes como para haber alcanzado el nivel de un Artefacto Inmortal del Rey de Sublimación, pero su carne y piel estaban lejos de ese nivel, ciertamente no lo suficientemente resistentes como para soportar una —mordida— de un Rey de Sublimación de Quince Aspectos.
—¡Descarado sinvergüenza! —Bing Xinzhu reprendió, su delicado rostro ardía como el fuego, vívidamente radiante, lo suficientemente tentador como para provocar atracción.