En el momento en que Ye Chen fue arrastrado al misterioso pasaje por los resplandecientes zarcillos, fue golpeado directamente por una fuerza desconocida que lo dejó inconsciente.
Cuando Ye Chen despertó de nuevo, se encontró dentro de un enorme salón.
—¿Dónde estoy? —Ye Chen inspeccionó el grandioso salón en el que se encontraba, que tenía más de mil pies de largo, ancho y altura. Lo que más lo asombró fue que el salón era completamente blanco cristalino, radiando un frío interminable como si fuera un palacio hecho de hielo y nieve.
En las cuatro paredes y la cúpula del gran salón, estaban grabados numerosos tallados complejos y misteriosos. Estos grabados resultaron ser diagramas de figuras humanas practicando meditación en posición sentada. Con un barrido de su Sentido Divino, Ye Chen investigó estos patrones y descubrió que el número total de diagramas en las paredes y la cúpula era exactamente ochocientos diez.