Nadie se atreve a no devolverme mi dinero

Pei Song no había anticipado que la situación se resolviera tan suavemente; parecía que Su Can era una persona que sabía cuándo avanzar o retroceder.

—Sr. Su, Sr. Yun, vámonos. El Joven Maestro Su transferirá el dinero a sus cuentas —dijo Pei Song a los dos.

Al oír esto, Yunlong miró hacia Su Chen. Aunque sentía que este resultado no era malo, todo dependía aún de su hermano mayor.

Su Chen no se levantó para irse, sino que se sentó en un sofá cercano y luego encendió un cigarrillo.

El humo se rizaba en espirales, y detrás de él había una cara con la comisura de los labios levantada en una sonrisa burlona.

Los demás se quedaron desconcertados, ligeramente confundidos sobre qué quería decir Su Chen.

—Esto debe ser el Sr. Su, ¿correcto? ¿Hay algo más que necesite discutirse? —preguntó Su Can con el ceño ligeramente fruncido.