—Allá adelante está la Secta del Inframundo, tú... tú entra por tu cuenta —dijo el joven en voz baja, con miedo centelleando en sus ojos.
—Está bien, ya puedes morir —habló Long Chen fríamente.
—Ya te he traído a la Secta del Inframundo, tú... —Bang. Long Chen terminó la vida del joven con un golpe de palma sin ninguna palabra superflua. Luego avanzó hacia el cañón.
En cuanto entró en el cañón, varias figuras de negro saltaron hacia fuera.
—¿Quién va allí? Sal inmediatamente, este lugar no es para que tú lo pises —bramó un hombre de negro.
—He venido a exterminar vuestra Secta del Inframundo —respondió Long Chen fríamente.
—¿Cómo te atreves, insolente necio, a buscar la muerte? —Mátenlo. Los hombres de negro tomaron acción inmediatamente.
—Todos merecen la muerte —Long Chen, con ojos agudos como una espada, hizo aparecer la Espada del Dios Dragón en su mano. En un instante, aquellos hombres fueron asesinados por la espada de Long Chen, su sangre salpicando el suelo.