—El último —Zhang Menglong le dijo al piloto final a través de la transmisión—. Te perdonaré la vida. Vuelve y dile a la persona que ordenó esto que yo, Zhang Menglong, soy paciente, pero eso no es razón para que me molesten interminablemente. Esta es tu última advertencia. ¡Vete!
El piloto estaba completamente aterrorizado, con cientos de cañones flotantes rodeándolo, cada oscuro cañón apuntando hacia él, sintiéndose como una espada colgando sobre su cabeza.
En cuanto a sus compañeros, todos los cañones flotantes de Zhang Menglong apuntaron a los tanques de combustible: ninguno de los otros 59 pilotos sobrevivió; todos perecieron.
Habían pensado que esto sería una batalla increíblemente fácil, sin embargo, la batalla fue realmente sin esfuerzo, pero los que fueron masacrados sin piedad fueron ellos.