Sus Pesadillas Sangrientas

Zina

Zina estaba arrodillada en el Santuario de la Luna, frotándose las palmas fervientemente como si pidiera a la diosa de la luna algún milagro. Era temprano en la mañana, sin embargo su piel estaba sudorosa y sus dedos húmedos, y aún llevaba puesta la combinación de la noche anterior.

Por razones que no eran precisamente extrañas, había rehusado dormir en el Castillo Ártico y había optado por dormir en el Santuario de la Luna, que había convertido en su segundo hogar. Honestamente simplemente no podía lidiar con la tensión sofocante que estaba cosida en cada rincón del Castillo... pero además de eso estaban los sueños que la atormentaban.

No, no era un sueño. Era una pesadilla tan profunda que podía saborearla en las puntas de sus labios cada vez que se despertaba gritando en medio de la noche mientras luchaba por liberarse del agarre amenazante de las imágenes que la habían mantenido cautiva.