ZINA
—¿Podrías decirme amablemente por qué el Matriarcado atacó el campamento de los renegados?
Si Daemon pensaba que su silencio perturbaría a Zina simplemente porque no podía ver su rostro, estaba muy equivocado. Con los ojos vendados, Zina aprovechaba al máximo su falta de visión estirando sus sentidos como los tentáculos de un pulpo.
A través del gesto, podía sentir la tensión que se extendía por el aire mientras la pregunta se desprendía de su lengua. Zina esperaba su respuesta, fuera mentira o verdad. Pero de alguna manera, sabía que Daemon no sería tan directo en ninguno de los casos.
—Preguntas eso como si de alguna manera logré mover a la todopoderosa y reclusa Manada —dibujaba las palabras como una serpiente tensamente enrollada esperando atacar.
—Hiciste que los renegados me secuestraran, sería tonta si te subestimara, Daemon NorthSteed.