La ronda de combate había sido tan rápida que Zina regresó al Castillo antes del mediodía. La gente estaba emocionada, aún más cuando se anunció que se celebraría una boda real al día siguiente. El efecto sorpresa del aviso a corto plazo fue tan profundo. Según Serafín, cada dama noble en el Norte Ártico había llenado todas las tiendas de costureras populares, exigiendo que se les hiciera el mejor de los vestidos en cuestión de horas. Eso también le planteó un problema a Zina: ¿qué se suponía que debía usar? No había comprado nada, y en cuanto a novias preparadas, ella era la más desprevenida.
Pero Serafín sonrió.
—Eso no es un problema —dijo—. Su majestad ya había ordenado un batallón de vestidos para ti de antemano. Es todo parte de tu regalo de compromiso que te espera en tu habitación.