¿Me estás encarcelando?!

ZINA

Zina se congeló al escuchar esas palabras. Por suerte, nadie había estado lo suficientemente cerca como para presenciar a Daemon hablándole así, pero estaba conmocionada de todos modos. Conmocionada de que él le hablara así.

Zina se sentó lentamente de nuevo, mirando a Daemon extrañamente. La perfecta máscara de tranquilidad que él había estado usando durante esa noche se había resbalado y caído. Ahora, había una especie de locura desesperada grabada en su rostro.

Calmándose y prometiéndose no alzar la voz, le habló lentamente. —¿Qué pasa, Daemon? Y por la diosa, no me mientas diciendo que todo está bien.

Daemon desvió la mirada, incapaz de encontrarse con sus ojos por un momento. Luego se volvió hacia ella, una sonrisa forzada en su rostro.

—Lo siento por hablarte así... —comenzó a disculparse, pero Zina lo interrumpió bruscamente.