ZINA
Los hombros de Zina temblaban violentamente mientras sus lágrimas caían sin parar, y sin embargo no emitió ni un solo sonido. Era una hazaña que nunca pensó que fuera concebiblemente posible. La capacidad de llorar sin emitir sonido alguno. Daemon la abrazó aún más fuerte hasta que su espalda quedó aplastada contra su pecho, sin dejarles espacio en absoluto. Y no dijo nada, como si supiera que ella necesitaba todo el silencio que se pudiera permitir, pero eso no le impidió acunarla como un huevo. Los segundos se convirtieron en minutos, y se quedaron inmóviles en el silencio. Cuando Zina agotó sus conductos lagrimales, sollozó y luego rompió el silencio.
—Quiero ser fuerte. Serafín merece que sea fuerte por ella —dijo, justo cuando otra oleada de lágrimas silenciosas, estremecedoras por los hombros, la superó.
Parecía como si aún no hubiera agotado su reserva de lágrimas, como pensaba.