Felicidad Conyugal

ZINA

La sensación de estar acurrucada junto a Daemon, cuerpo desnudo contra cuerpo desnudo, era indescriptible. Y eso era exactamente porque esa sensación no era otra cosa que hogar.

En sus brazos, con sus cuerpos fundidos como uno solo, sentía que podía enfrentarse al mundo y conquistarlo al mismo tiempo. Era una sensación que había extrañado durante la mayor parte de su vida sin saber lo que era.

Pero ahora, podía definirla claramente… al menos hasta cierto punto.

Daemon besó su cuello, su brazo tirándola aún más hacia él.

Zina sonrió aunque no podía ver su rostro, permitiéndolo.

—Trabajaste muy duro esta mañana —murmuró mientras sus dedos acariciaban deliciosamente su espalda.

Zina se disolvió en risas. Confía en Daemon para usar las palabras más extrañas para describir su tiempo íntimo juntos.

—Lo mismo digo de ti. Diría que trabajaste más duro, dado que estabas decidido a castigarme.

Daemon gruñó:

—Si alguna vez pongo mis ojos en Jacen Vampage, no saldrá con vida.