—Sabes exactamente lo que debo ordenar de ti, Norima Talga —dijo Daemon, caminando frente al Trono Ártico mientras se formaba en su mente un plan sobre cómo podría utilizar mejor el bastón para rescatar a Zina.
Solo faltaba una cosa en el elaborado mapa del plan: un peón convincente.
La mujer arrodillada ante él miró a su alrededor incómoda al principio, como si estuviera evaluando cuánto debía hablar antes de lanzarse a su explicación.
—La Reina Luna me dio este bastón, su majestad. No lo robé —dijo cautelosamente.
—Eso difícilmente está en duda, Talga. Sabes de lo que debes hablar y te aconsejaría que dejes de andar con rodeos.
—Eso también, su majestad. La Reina Luna me confió este bastón para usarlo en un hechizo de retroceso. Créame cuando digo que no me dijo nada sobre los poderes que posee y lo que puede hacer.
—Pareces agraviada —comentó Daemon con una oscura risa.