Frente al piano dorado, una chica en un vestido de gasa rosa tocaba apasionada y atentamente. Sus dedos esbeltos danzaban como mariposas, hermosos y vívidos. Mientras revoloteaban en las puntas de sus dedos, secciones de música maravillosa que refrescaban el corazón y el alma fluían continuamente por todo el salón.
Chu Mo, sosteniendo casualmente una copa con pie, admiraba a la mujer enérgica. Su piel blanca como la leche estaba incrustada con tonos rosados delicados, tan hermosa como el satén.
Sus delgadas cejas en forma de hoja de sauce estaban pintadas de marrón oscuro, pestañas largas y rizadas como de muñeca enmarcaban sus ojos brillantes. Sus pestañas rizadas revoloteaban, como ojos cristalinos brillando tan brillantes como el cielo estrellado. Parecía que las ondas continuaban expandiéndose por sus ojos, como si ella estuviera expresando algo en silencio todo el tiempo.