—Lo siento, Señor Chu, es mi culpa por causarle problemas. —La mujer llamada Qiao Huanhuan, con ojos de disculpa, habló mientras el ruido estridente fuera del cuarto privado se hacía aún más irritante, al punto que varias maldiciones y el sonido de peleas eran claramente audibles.
Chu Mo miró a la mujer reservada frente a él, que llevaba un abrigo de viento, pero no habló. En su lugar, comenzó a pensar en una estrategia.
Si se pudiera minimizar el incidente de hoy, sería lo mejor. De lo contrario, si alguien con intenciones lo descubriera, las identidades de Qing Guo y Qing Cheng podrían ser expuestas, y eso sería una pérdida irreparable.
Mientras Chu Mo estaba sumido en sus pensamientos, Qing Guo frente a él dijo con una cara llena de culpa:
—Lo siento, Señor Chu. Si no fuera por nuestros caprichos de hermanas, esto no habría sucedido. Todo es nuestra culpa.