—Señor Chu, ¡buenos días!
Tres mujeres de forma elegante y asombrosamente bellas se pararon suavemente ante él. Mientras se inclinaban ligeramente y lo saludaban al unísono, sus dulces voces parecían poseer una mágica vibración.
Ante tal escena, si se tratara del Chu Mo de hace un año, podría haberse emocionado tanto que no podría hablar o incluso podría vibrar de entusiasmo en todo su cuerpo.
Sin embargo, el Chu Mo de este momento estaba extraordinariamente tranquilo, observándolas como si fueran objetos muy ordinarios. Aunque había un pequeño toque de asombro en sus ojos, su comportamiento permanecía completamente lúcido.