Zhou Ruyi, con un vestido carmesí combinado con labios rojo fuego, irradiaba un encanto apasionado. Era un fervor que parecía arder como llamas.
Chu Mo miró a la mujer frente a él con interés por tercera vez. Esta vez, no la consideró como la hija de la familia Zhou sino como un potencial tesoro.
—Señor Chu, ¿no me concedería ni siquiera cinco minutos de su tiempo? ¿Tiene miedo de ser persuadido por una simple mujer, o teme que yo le haga cambiar de opinión?
Después de una larga espera, que no produjo respuesta de Chu Mo, la expresión de la mujer de rojo se volvió cada vez más fría e impresionante. Desde el momento en que entró, todo, desde sus palabras hasta las expresiones en su rostro, había sido cuidadosamente orquestado, todo para persuadir a Chu Mo de darle una oportunidad de cinco minutos para defender su caso.