Chu Hao también colocó su mano sobre el tronco, y la sensación bajo su palma le decía que era innegablemente real.
—¿Falso? ¿Una ilusión? —No pudo evitar sorprenderse—. ¿Era esto verdaderamente falso?
Con ese pensamiento, no pudo resistirse a sacar su ojo de pupila dorada y sostenerlo frente a él, mirando hacia el árbol gigante de nuevo.
Todo era diferente ahora.
El inmenso árbol celestial había desaparecido, solo quedaba un árbol ordinario de hasta tres metros de altura. Pero llamarlo ordinario no era del todo preciso, porque sus hojas eran negras como la tinta, portando un fruto del tamaño de un dátil, igualmente negro como el azabache, si no fuera por la capacidad del ojo de pupila dorada para discernir sutilezas, podría haberlo pasado por alto por completo.
—¿Era este el verdadero Árbol de las Mil Ilusiones? —Gato Gordo, ¿puedes ver ese fruto? —preguntó.
—Después de buscar durante un buen rato, Gato Gordo asintió y dijo:
— Este asiento ciertamente puede verlo.