¡Así que es así!

—¡Olvídalo, Alcaide... Mejor mátanos ahora! —rogaba el trío por sus vidas con todas sus fuerzas mientras sostenían las piernas del Alcaide.

—¡Suelten! —ordenó Mitchen fríamente.

Pero por más enojado que estuviera, ellos estaban más aterrados por el agujero que por su aura.

—Como dijimos, Alcaide, ¡olvídalo!

—Sí, Alcaide, olvídalo.

—Porque la única manera en que te dejaré ir... es sobre mi cadáver.

—¡Por mí está bien! —respondió el Alcaide.

Pero aunque los hombres estaban aterrorizados por su respuesta, todavía se negaban a soltar... porque en su mente, era mejor enfrentarse a cualquier humano que enfrentarse a un auténtico demonio salido del infierno.

Entonces, ¿por qué deberían soltar?

Uno de los hombres en particular incluso comenzó a besar los zapatos de Mitchen.

¡Qué chiste!

Desde que su amigo salió del agujero, el tipo había estado más callado que el infierno.

Lo único que hacía era realizar pequeñas tareas y trabajos alrededor de la prisión, como jardinería y demás.