Wanzo en SV 5 (Emily 1 y El grupo)

Ya había oscurecido para cuando Wanzo volvió a casa, aunque por suerte logró no perderse… gracias al mapa y GPS de su nuevo celular. Claro, aún le costaba digerir el "precio" que había pagado por conseguirlo, pero tenía que admitirlo: era jodidamente útil.

Cuando llegó a su granja, estaba agotado y hambriento. Tenía un arsenal culinario en la mochila —aceite, arroz, azúcar, y probablemente los ingredientes suficientes para fundar una pequeña nación pastelera—, pero no tenía ni fuerzas ni instalaciones para cocinar. La granja básica apenas traía una chimenea, que quizás serviría para asar algo… o para quemarse los dedos intentando hacerlo.

Ver su hogar le resultó reconfortante, incluso con su humilde precariedad pixelada. Pero mientras se acercaba, notó algo fuera de lugar: el buzón. Estaba iluminado tenuemente por un efecto de brillo innecesario, con un sobre virtual flotando sobre el, señal inequívoca de que había correo.

Con curiosidad, Wanzo se acercó y lo abrió. Tal como en el juego original, apareció una nota flotante:

"Para que repongas fuerzas para los días siguientes. Mantén tu cuerpo saludable y lleno… para que luego me puedas llenar mejor. ❤️ —Evelyn."

Debajo de la nota, en pequeños recuadros removibles, había 3 platos de Spaghetti.

Wanzo se quedó mirando eso… sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo. La nota no solo era sugerente, era directamente un fetiche escrito. Le hizo sentir como un cerdo que están cebando antes de… bueno, ser devorado.

Miró los tres platos de fideos que aparecieron en su inventario. Decidió ignorar sus pensamientos existenciales por el momento. Al fin y al cabo, tenía hambre y los fideos no se iban a comer solos.

Entró a su casa, colocó uno de los platos sobre la mesita rudimentaria y se sentó a comer como si no hubiese comido en años. Por suerte, cada plato venía mágicamente con su propio juego de cubiertos (invisibles hasta que los necesitabas), los cuales desaparecían al terminar la comida, igual que el plato. 

Descubrió además que podía tragarse todo el plato de un solo bocado, gracias a una mecánica del juego que priorizaba la eficiencia sobre el goce. Claro, llenaba la barra de energía de inmediato, pero a cambio de perder la experiencia gustativa.

Con el estómago lleno y el alma vacía, se dejó caer sobre su cama. Fue como caer de cabeza sobre un bloque de madera cubierto por una servilleta. Si el mundo no estuviera tan digitalizado, tan dominado por mecánicas de videojuego, dormir sería imposible con tanto trauma acumulado.

Pero por suerte… apareció la ventana flotante:

[¿Dormir?]

Wanzo suspiró.

"Por favor, que mañana sea más normal…"

...

No sabía cómo había llegado ahí. Un segundo estaba en su cama, y al siguiente… estaba de pie sobre una serie de plataformas flotantes hechas de nubes rosadas. A su alrededor, objetos aleatorios descansaban como si esperaran el colectivo: un microondas, una bicicleta de dos asientos, un pato inflable con lentes de sol. Nada tenía sentido. Era un sueño. Definitivamente.

Caminó por lo que parecían escalones formados por nubes glaseadas, hasta llegar a una gran nube con una plataforma central hecha de ladrillos rosa neón. Allí, en el centro, flotando en el aire con las piernas cruzadas, había una mujer desnuda de cabello azul.

Abrió los ojos.

Ojos enormes, brillantes, sobrenaturales. Y a pesar de su belleza hipnótica, a Wanzo le recorrió un escalofrío. Había algo familiar en esa mirada. Algo perturbador.

"Ohhh… al fin estás aquí"

Antes de que Wanzo pudiera decir una sola palabra, la mujer desapareció en un parpadeo y reapareció frente a él, flotando de cabeza. Fue entonces cuando notó dos cosas al mismo tiempo: primero, que ahora él también estaba completamente desnudo, y segundo, que tenía una erección tan fuerte como la que le había provocado Maru con aquella inyección dudosa.

'Todo esto está fuera de mi control', pensó. Lo cual era preocupante, pero también predecible: estaba en un sueño, ¿no?

"Eres… alguien muy especial" susurró la mujer, con ese tono místico.

Y sin más preámbulos, sin ningún tipo de introducción cordial o calentamiento emocional, se tragó el pene de Wanzo de un solo movimiento. Como si fuera una serpiente especializada en devorar sushi humano. Y al mismo tiempo, abrió las piernas, atrapando la cabeza de Wanzo como una trampa de osos bien lubricada.

Todo era anatómicamente imposible: el tamaño, la velocidad, la falta de resistencia física, el hecho de que la cabeza de Wanzo entraba en su entrepierna sin asfixiarlo… y lo más extraño de todo: sabía a helado de fresa con vainilla, pero caliente.

La mujer se movía con una violencia rítmica e innecesaria, sacudiendo la cabeza hacia atrás y hacia adelante con tal fuerza como si le fuera imposible sufrir un latigazo cervical. Su pelvis presionaba la cabeza de Wanzo como si intentara imprimirse en el como un tatuaje.

No es que Wanzo no intentara resistirse. Pero, como en muchos sueños, no tenía ningún tipo de control. Y antes de que pudiera siquiera formular una queja, ambos estaban levitando en el aire, girando sin parar en un extraño y vertiginoso 69. además de todo eso, alrededor de ellos, caían arcoíris como si fueran estrellas fugaces.

La danza aérea terminó abruptamente cuando las piernas de Emily —porque ahora recordaba que así se llamaba— se cerraron con fuerza, luego de haber frotado su entrepierna durante lo que pareció una eternidad. Y un chorro de colores salió disparado dentro de la boca de Wanzo, quien no supo si lo que tragaba era el éxtasis puro de esta mujer o yogur místico.

Ese líquido caliente y dulce le recorrió el cuerpo como un rayo, provocando una reacción inmediata e involuntaria: él también se vino, con tanta intensidad que por un momento creyó que estaba soltando parte del alma. Fue entonces que comenzó un ciclo, un bucle, un torbellino de fluidos convertidos en energía, entre ellos dos. Un circuito cerrado. Un círculo completo.

...

A la mañana siguiente

Despertó exactamente a las 6:00 AM. Ni un segundo más, ni uno menos. Como si un reloj interno lo hubiera programado para eso.

Antes de abrir los ojos, cuando todo aún era negro, apareció uno de esos mensajes que solían flotar en el HUD del juego.

Era un logro desbloqueado.

[Logro desbloqueado: Contacto Onírico(Cultivo Dual)]

Y junto al aviso, un nuevo ícono apareció en la interfaz de su personaje. Estaba en gris, como deshabilitado. Al concentrarse en él, un mensaje flotante aclaró:

[Dreamland: solo disponible al dormir]

Wanzo parpadeó varias veces. No era solo un sueño. O al menos, no uno común.

Pero no había tiempo para meditar demasiado. Su vejiga tenía otras prioridades. Se levantó de la cama, todavía confundido, y justo entonces otro mensaje apareció frente a sus ojos y se oyó en sus oídos como un anuncio de supermercado.

[Quedan 10 minutos para terminar de formar los equipos. Manden o acepten las respectivas invitaciones. Solo por este periodo, el correo funcionará de forma instantánea.]

"¿Equipos?" murmuró mientras se rascaba la cabeza.

Hasta ahora, su contacto con otros jugadores había sido escaso. La idea de formar un grupo no le había pasado por la cabeza. Este mundo era tan extraño y las situaciones tan centradas en su pene, que pensó que estaba atrapado en algún tipo de simulador solitario, olvidandose de otras personas.

Salió de su casa mientras el cielo clareaba lentamente, y justo frente a la puerta, el buzón virtual brillaba con una notificación.

Lo abrió. Dentro, solo encontró cinco unidades de galletas.

"Desayuno", supongo…" murmuró mientras leía la nota adjunta.

"¡Buenos días! Que tengas energía para hoy." —Evelyn.

Suspiró. No sabía si esto era normal y simplemente lo había olvidado, o si el mundo entero estaba jodidamente mal. En cualquier caso, tenía una intuición fuerte: necesitaba encontrar a otros jugadores para tener respuestas reales.

...

Pasaron los diez minutos. Apoyado en el marco de la puerta, vio cómo el entorno temblaba ligeramente, como si la realidad fuera un archivo mal cargado que estaba a punto de refrescarse. Y de un momento a otro… ya no estaba en el mismo lugar.

Ahora se encontraba en lo que debería ser el patio de su casa pero si estuviera completamente limpio. A su alrededor, otras cuatro personas, y varias casas no muy lejos.

Todos se miraron. Nadie habló todavía.

Un nuevo aviso apareció en el cielo virtual, proyectado como en una pantalla de videojuego gigante:

[Se han formado un total de 4 grupos hasta el momento. Los jugadores restantes han sido asignados al grupo faltante.]

[Equipo 1: Bulldogs][Equipo 2: Love Makers][Equipo 3: Happy Farm][Equipo 4: Death Spectres][Equipo 5: Sobrantes]

[Se han unido las granjas en grupos para facilitar el acceso entre personas del mismo equipo (configurable).]

[Continúen con su aventura y recuerden que, además de los logros individuales, la puntuación por equipo también es importante.]

Y eso fue todo.

Los cinco jugadores se quedaron mirándose. Cinco rostros con la misma expresión de resignación.

Wanzo comprendió al instante: ellos también eran los descartados. Los jugadores que, por alguna razón, no habían logrado formar parte de ningún equipo principal. Los olvidados. Los extras. Los Sobrantes.

Era el grupo de los rechazados. Y ahora, era su equipo.

"Así que ustedes son mi grupo…" se escuchó una voz seca, con un tono autoritario y una clara hostilidad.

Quien habló fue una mujer blanca, algo rellena —gorda, pero no obesa—, con el cabello muy corto teñido de rosa, un piercing en el labio y otro en la oreja. Miraba con abierto desprecio a los dos miembros masculinos del grupo. Odiaba al género masculino en general. No era feminista de las guays, sino del tipo más extremista, de las que ven en todo hombre un problema. Entró a este juego con la esperanza de formar un grupo exclusivamente de mujeres, arrasar con los desafíos y ganar reconocimiento no solo para su género, sino para sí misma. Sin embargo, no tuvo suerte en formar el grupo que quería y ahora esta en este grupo donde solo había uno o, con suerte, dos mujeres más.

"Estamos jodidos" murmuró una voz masculina con resignación.

Era un joven de entre veinte y treinta años, de piel canela, cabello cortado al ras, visiblemente delgado y de baja estatura. Su contextura sugería que había sufrido más de una burla o abuso por su físico. De no ser por sus rasgos faciales adultos, cualquiera pensaría que aún estaba en la adolescencia por su estatura. Había conseguido entrar a este mundo por pura suerte, con la esperanza de formar parte de un grupo decente y conseguir algo al final del camino… o, al menos, no salir peor de lo que ya estaba.

"H-hola…" tartamudeó una voz suave y temblorosa.

Esta vez fue una chica de cabello largo y lacio. Su rostro joven delataba que acababa de cruzar el umbral a la adultez, aunque bien podría pasar por una menor sin esfuerzo. Estaba en silla de ruedas. Muchos se preguntarían por qué, si estaban en un videojuego, no se le había corregido su condición física, pero la realidad era más cruel. Había entrado al juego como lo había hecho a otros antes, buscando una posible cura. A pesar de las dificultades que le suponía su discapacidad, aún tenía esperanzas… y determinación.. Incluso con todo su historial de fracasos, usualmente debido a su condición.

"¡Hola a todos, amigooos!" dijo una voz un poco masculina, pero afeminada de forma tan natural que sonaba casi ensayada.

La última integrante —además de Wanzo, claro— era difícil de categorizar a simple vista. Aparentemente una mujer bronceada, de curvas pronunciadas, pechos grandes, cabello rubio teñido y lleno de productos, con maquillaje bien aplicado —aunque sin exagerar—. Sin embargo, había tres detalles que rompían la ilusión: sus rasgos faciales ligeramente masculinos, su voz extraña… y el enorme bulto que resaltaba bajo su vestido. Sí, muchos hombres soñarían con tener algo tan grande como ella.

"Nos van a joder… puta madre" dijo el joven, tomándose la cabeza y despeinando su ya escaso cabello.

"Oye, tranquilo. No pongas esa cara larga, no todo está perdido "respondió la rubia con una sonrisa radiante. Tenía ese tipo de energía contagiosa, de las personas que siempre intentan mantener el ánimo alto, incluso cuando todo parece desmoronarse.

"No… esto está mal" replicó el joven, cada vez más desesperado. "¡Nos tocó con los Bulldogs! Nos van a coger… siempre lo hacen. Van a venir, y si no terminamos trabajando como esclavos para pagar sus tarifas, nos harán la vida imposible… si no un infierno literal." Se dejó caer al suelo con frustración, frotándose el rostro. Su situación económica no era buena, y esperaba que esta fuese la oportunidad que tanto necesitaba. "Esperaba sacar algo bueno esta vez…"

"No tienes que llorar" insistió la rubia, agachándose a su lado. "Es difícil encontrar las granjas de otros jugadores fuera del grupo, a menos que los invites directamente. Mientras no nos traicionemos, seamos precavidos y nos preparemos, podríamos hacerles frente… al menos a los que estén aquí por azar."

"Concuerdo con que este grupo es casi 50% basura" intervino la mujer del cabello rosa, lanzando una mirada directa y despreciativa tanto a Wanzo como al joven acorralado por sus miedos. Luego, dirigió una mirada más suave, aunque cargada de lástima, hacia la chica en silla de ruedas. Finalmente, observó a la rubia con una expresión complicada, su mirada oscilando entre el juicio y la aceptación. Por conveniencia, y para sentirse acompañada en género, decidió contarla como otra 'aliada'. "Pero tenemos que prepararnos antes de que nos devoren vivos. Sé que al menos los Love Makers son relativamente pacíficos, a menos que tengan razones de peso para actuar diferente. Normalmente se enfocan en los logros románticos."

"Pero no son sencillos…" añadió la chica en silla de ruedas con voz débil, pero firme.

Todos asintieron en silencio… menos Wanzo. Él solo observaba a los demás, confundido. Era, sin lugar a dudas, el único que no parecía tener idea de lo que era el "sentido común" en este extraño mundo.

"Creo que podríamos hacer una alianza con ellos. Serían como un buen paraguas" comentó la rubia con una sonrisa tranquilizadora. "Incluso si eso significa recibir menos recompensas al final, es mejor que nada."

El hombre, aún sentado en el suelo, levantó la mirada con algo de esperanza, y lentamente se recompuso.

"Sí… tenés razón" dijo poniéndose de pie y sacudiéndose el pantalón. "Si hacemos todo lo posible y conseguimos que Lovemakers o Happy Farm nos cuiden, podemos sacar algo de esto."

"Entonces..." intervino Wanzo, al fin, llamando la atención con cierta timidez. "¿Cómo nos organizamos? ¿Cómo funciona esto del grupo? ¿Elegimos un líder o…?"

"Te dejo claro desde ya que tu presencia en este grupo fue un accidente desagradable " escupió la mujer del cabello rosa, cruzándose de brazos. "No pienso recibir órdenes de un machito."

Su desprecio era evidente: en la mirada, en la postura, en cada palabra que dirigía hacia los únicos dos hombres del grupo. A diferencia del aire casi fraternal con el que trataba a las demás chicas, su hostilidad era palpable.

"Eh, más respeto, ¿sí?" respondió Wanzo, visiblemente harto. "Te hablé bien y no dije nada de darte órdenes."

Estaba agotado. Después del infierno emocional del día anterior —con mujeres que le habían dado demasiado amor— no estaba en condiciones de soportar ahora a otra que le ofreciera demasiado odio.

"Cerrá el hocico. Sé perfectamente cómo sois. No voy a dejar que te impongas, cerdo misógino..." La voz de la mujer fue subiendo, hasta que fue interrumpida, aunque no fue la rubia, que parecía a punto de intervenir.

"¡Callate, puta cerda!" gritó Wanzo, ya con una migraña que le perforaba el cráneo. "Ya me violaron bastante ayer con la excusa de que era racista. ¡No pienso soportar ahora otra mierda por acusaciones falsas!"

Sin decir más, dio media vuelta y se alejó con pasos pesados hacia su casa. Abrió la configuración del espacio compartido y desactivó su participación en la granja grupal. La estructura comunal se desvaneció frente a él, y su propia granja reapareció como antes, solitaria y algo desordenada. Sin embargo, ahora podía ver a lo lejos los techos de las granjas de sus compañeros y los senderos que conectaban las distintas parcelas: una novedad que no existía antes.

La idea del espacio grupal tenía sentido: trabajar todos juntos en un terreno compartido podía maximizar resultados, aunque a costa de menos espacio individual. Pero en ese momento, ni lo bueno ni lo malo pesaban tanto como su necesidad de respirar. Estaba saturado, emocionalmente drenado. Separarse del grupo, aunque fuera temporal, era lo mejor.

Cuando se calmara... tal vez volvería a intentarlo. Parecía haber buena gente dentro del grupo.

Pero el momento de paz duró poco. Su nuevo viejo celular vibró suavemente, cortando el silencio con una notificación:

[Maru]: Mi mamá dijo que pases por casa ♥♥♥