¡Ella es mi hija!

Úrsula:

—¿Por qué no creíste a mi hija? —le pregunté a McQuoid, conteniendo la tormenta que había estado acumulándose dentro de mí.

Ya había tenido suficiente. Me quedé callada, seguí todas las reglas, solo para descubrir que habían torturado a mi hija una y otra vez.

—Úrsula, no se trata de confiar en sus palabras. No puedo hacer nada en este caso sin evidencia. El consejo pedirá pruebas. No hay prueba de ADN, ni testigos, ni nadie, ni nada que respalde sus reclamos. ¿Cómo esperas que presentemos una denuncia y ganemos? Van a destrozar a Helanie y a su carácter en este caso —argumentó, paseando de un rincón de la habitación al otro.

No podía seguir sentada frente a él y controlar mis emociones. Me levanté de un salto y caminé al baño, cerrando la puerta de un golpe.

Una vez frente al espejo, con las manos en el lavabo, me derrumbé.

—Ya no puedo más —grité, apretando el lavabo con fuerza.

Mi reflejo lucía aterrador.