Después de que terminó el recorrido, las tres mujeres regresaron para alistarse para la fiesta.
Ashleigh se miró en el espejo.
Ella llevaba un sencillo vestido rojo fluido con mangas largas. Sin adornos ni acentos. La simplicidad en su máxima expresión.
Su cabello estaba suelto y ligeramente rizado, y su maquillaje era discreto.
Corrine tocó en el marco de la puerta.
Ashleigh miró hacia atrás por encima de su hombro.
—Pasa —sonrió y se giró para mostrarle a su madre su vestido.
Corrine sonrió y ladeó la cabeza.
Por su parte, el cabello de Corrine estaba trenzado y anudado mucho menos extravagantemente que de costumbre. Su vestido era largo y sencillo como el de Ashleigh. Sin embargo, era de un color burdeos intenso y llevaba un gran cinturón de cuero oscuro como acento.
—¿Caleb eligió este? —preguntó Corrine.
Ashleigh asintió.
—No sabía qué elegir —dijo, volviéndose hacia el espejo—. Pero es bonito.
—Es encantador —Corrine sonrió—. Ahora, quítatelo.