Subiré Montañas

Un pequeño hocico pintado de marrón y blanco se levantó al aire. Ella olfateó, respirando la noche, la combinación de olores llegando todos a la vez.

Ella dio un paso atrás cuando comenzó a sentirse abrumada. Pero aún no estaba acostumbrada a las grandes patas o la cola. Entonces, finalmente, tropezó con un tronco caído, tambaleándose hacia atrás y cayendo de lado con un suave quejido.

No muy lejos de donde yacía, podía escuchar a los demás corriendo entre los árboles con facilidad.

Había recibido su lobo hace casi un año, era una de las mayores del grupo, y sin embargo, luchaba más que cualquier otro.

Suspiró.

Su padre había intentado impulsarla a transformarse más, a volver a sus clases. Todos los demás habían regresado después de dos semanas, pero para ella, habían pasado casi dos meses.

Incluso después de su regreso, había luchado para mantener el ritmo, para practicar por su cuenta.

Unirse a la Llamada del Duelo era obligatorio. Si no, no estaría aquí.