Un prisionero de esa pesadilla

—Verano... —suspiró Axel.

—Calla, Axel —dijo Verano suavemente.

Axel apretó los labios y bajó la cabeza.

—Pensé que iba a matarme la noche que me rompió la mandíbula —comenzó Verano—. Estaba segura de que cuando mi cabeza golpeó el suelo, nunca volvería a abrir los ojos.

Axel apretó la mandíbula.

—Me desperté en esa clínica, la mandíbula atada con alambres, y lloré —dijo tragando el bulto en su garganta—. Lloré porque había despertado.

Axel levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de ella. Vio el dolor, el miedo. Lágrimas de ira en una expresión atormentada. Se le rompió el corazón. Se pasó la lengua por los labios y luego se movió más hacia la cama para sentarse a su lado. Apoyando su espalda en el cabecero y tomando suavemente la mano de ella en la suya.

Verano apoyó la cabeza en su hombro.