Sin Lugar a Donde Huir

Penélope mantuvo su arco apuntando a Oren. Él tomó respiraciones profundas manteniendo su ojo en ella, pero sin hacer movimiento alguno para atacar o defenderse.

—¡Ashleigh! —gritó Penélope—. ¡Los encontré!

Un destello de pánico pasó por los ojos de Oren.

—¡Llévenla con Román ahora! —gritó.

Detrás de los árboles, a solo unos pies de donde se habían detenido, salieron dos hombres y dos lobos. Los ojos de Penélope se abrieron de par en par. Movió su objetivo hacia el más cercano a Bell y soltó la flecha. Con un grito fuerte y dolorido, el lobo cayó al suelo.

Oren aprovechó la oportunidad para saltar sobre Penélope, haciéndola caer estrepitosamente en la nieve.

—¡Vayan! ¡Vayan ahora! —gritó, luchando por mantenerla inmovilizada.

Los tres restantes rodearon a Bell, agarrándola de los brazos mientras ella se resistía y gritaba. Luego, se apresuraron a arrastrarla más adentro de los árboles.