[Hace muchos años]
Ella había comenzado a visitar el lago en mañanas como esta, cuando la niebla se asentaba sobre el agua y el frío le picaba la piel.
Había soledad en el aire.
Un silencio entre los animales nocturnos que se metían en sus madrigueras para dormir, y las criaturas diurnas que apenas comenzaban a despertar.
Pero en esta tranquila y solitaria existencia, ella podía oír algo. Un zumbido. Un zumbido suave y delicado como una canción llevada por la brisa.
No duraría mucho, solo cerca de un minuto, y solo en mañanas como esta. Pero algo de eso siempre la alcanzaba.
Dentro de esa canción, su propia soledad se desvanecía solo por ese minuto.
Por eso, cuando escuchó el fuerte chapoteo del lago siendo perturbado, justo cuando el zumbido había comenzado, se encontró bastante agitada.
Nadie debería haber estado allí; este era el único lugar en todo el territorio que era solo suyo. Ni siquiera su exigente y restrictivo compañero la seguiría hasta aquí.