Luna Corrine era una mujer hermosa con una ferocidad que resultaba atractiva e intimidante. Durante la reunión, se había mantenido en silencio mientras la discusión se desviaba. Pero escuchaba, y oía cada palabra.
La única otra cosa que sabía sobre ella era que una vez había sido nómada como él. Había escuchado que había llegado a Invierno cuando su madre estaba enferma, y al final, sus padres decidieron quedarse.
Después de encontrar también a su compañero en el Alfa de Invierno, toda esperanza se perdió para ella.
Myka la miraba con lástima ya que su viaje había terminado cuando aún era muy joven.
—Hola —respondió él con una inclinación gentil de su cabeza.
—¿Puedo? —preguntó Corrine, señalando el lugar en el banco junto a él.
Myka se movió un poco, asegurándole suficiente espacio. Corrine sonrió y se sentó.
Estuvieron callados por un tiempo. Luego Corrine tomó una profunda bocanada del aire frío.
—¿Has estado en Invierno antes? —preguntó ella.