—No, no. Esa no era mi intención en absoluto —se defendió Peter inmediatamente.
—Pero eso fue lo que hiciste —respondió Alicia fríamente—. No preguntaste. No escuchaste. Tomaste lo que querías e ignoraste sus deseos.
—¡Paré!
—¿Y cuántas veces tuvo que pedírtelo! —Alicia gruñó.
Peter apretó la mandíbula y miró hacia otro lado.
—Demasiadas —susurró.
—Al menos lo sabes —ella respondió en voz baja.
Bell se sentó en silencio, tomando un respiro tembloroso.
Alicia tomó aire profundamente, soplando lentamente para calmar su enojo.
—Lo siento —susurró Peter.
—No a mí. —Alicia sonrió.
—Lo sé —dijo él.
Alicia suspiró, alejando el fuego de su frustración.
—Eres un buen hombre, Peter. Solo hiciste una cosa estúpida por rabia —dijo ella.
—Eso no lo hace correcto —él respondió.
—Por supuesto que no —dijo Alicia—. Pero tal vez te ayude a entender. Porque Myka también es un buen hombre, y él hizo una cosa estúpida por miedo.