—¡Mi Alfa! —gritó Ricardo cuando Axel cayó de rodillas.
Los caídos que estaban frente a Axel emitieron un gruñido suave, reconociendo un momento de oportunidad. Levantó su zarpa al aire, asestando un fuerte zarpazo hacia Axel.
Aunque sentía una intensa presión en su pecho y un dolor lastimero proveniente de su interior, Axel gruñó mientras invocaba otra espada en su mano y la clavó con fuerza en el hombro del caído.
La bestia chilló y retrocedió tambaleándose. Desafortunadamente para ella, Ricardo ya estaba preparado para recibirla. Había abandonado sus dagaderas por un gran hacha a dos manos, Ricardo giró con todas sus fuerzas, enterrando el pesado arma en la espalda expuesta y deformada del caído.
Con un último quejido sibilante, los caídos cayeron de rodillas y luego se desplomaron en la nieve.
Ricardo se apresuró hacia Axel, ayudándolo a ponerse de pie.
—¿Estás bien? —preguntó.
Axel no entendía cómo lo sabía, pero sí sabía que el Descanso de Lily había desaparecido.