Caleb sintió que el ritmo cardíaco de ella aumentaba mientras una inquietud temerosa inundaba su cuerpo.
Ashleigh tragó saliva y luego se alejó del plato. Se dio la vuelta y llevó la bandeja al escritorio, colocándola despacio y manteniendo su espalda hacia él mientras dejaba que el escritorio soportara su peso.
—¿Ash...? —Caleb la llamó.
—No creí que funcionaría... —susurró ella.
Él se acercó más a ella, queriendo alcanzarla, para calmarla y confortarla.
—¿No creíste que funcionaría qué? —preguntó él suavemente.
—Lo siento, Caleb —susurró ella.
Él podía oír las lágrimas en su voz.
—Lo siento… no debería haber… —su voz se quebró y soltó un sollozo profundo.
Caleb quería darle espacio, permitirle el espacio que pudiera necesitar. Habían sido cinco años para ella pero solo unos pocos días para él.
Pero al verla llorar, al sentir su dolor. No podía soportarlo.