Eve
Mi estómago se desplomó.
Un frío agudo e antinatural me atravesó, calándose en mis huesos como la escarcha que se extiende.
El calor de su cuerpo, el peso de él sobre mí —todo desapareció, devorado por la aplastante presión de sus palabras.
Dime por qué tiene ojos rojos como un Licántropo.
Mi pulso retumbaba en mis oídos, mi aliento se atrapó en mi garganta, ahogándome.
No.
No.
Hades sintió mi cuerpo tensarse debajo de él, sus ojos dorados se estrecharon mientras levantaba la cabeza, su agarre en mi cintura se intensificó.
—¿Rojo? —Su voz era ahora más suave, interrogativa.
No podía hablar. No podía respirar.
Porque la verdad estaba trepándose por mi columna como un fantasma, una fuerza innegable que me presionaba, apretando, sofocando.
El mundo a nuestro alrededor se desdibujaba, pero su voz llegaba nítida, bordeada de algo que no podía nombrar.
—¿Qué estás ocultando?
Intenté moverme. Escapar.
Pero él no me dejó.