Cicatrices a Garras

Eve

Mañana era el día, y cada pensamiento en vela era sobre qué traería la temida reunión. Mi mente repasaba todas las posibles tácticas de manipulación que utilizarían para arrastrarme de vuelta a sus garras.

Mientras yacíamos juntos en la cama, sus brazos rodeando mi cintura, mi cabeza descansando en la curva de su brazo, el sueño se negaba a encontrarme. Intenté calmarme escuchando los latidos constantes de su corazón, pero cada vez que cerraba los ojos, podía ver sus rostros.

Mi condena brillaba en sus miradas.

Mi maldición—la que me habían marcado en el alma desde el día de aquel fatídico cumpleaños—sería su arma, afilada por años de tormento, de susurros en la oscuridad, de las frías cadenas que una vez me ataron.

Ya podía escuchar sus voces.

Sus justificaciones.

Sus mentiras.

—Hicimos esto por tu propio bien —dijeron.

—Intentamos salvarte de ti misma —afirmaron.

—Perteneces con nosotros. Siempre lo has hecho. Siempre lo harás —sentenciaron.