Eve La agonía en su grito atravesó mi cráneo, penetrante e interminable. Mi visión se nubló, las llamas cambiando de forma, el crujido del fuego fusionándose con el zumbido atronador en mi cabeza. El humo llenó mis pulmones. Pude sentirme allí, viendo todo desarrollarse. Mi boca se volvió amarga. Mi columna se erizó. Retrocedí un paso, gimoteando.
«Rhea», suspiré en mi mente. Pero incluso ella estaba en silencio, temblando conmigo. Los recuerdos no se detuvieron. Ese mismo grito. El olor a carne quemada. Una mano presionada contra el vidrio, ensangrentada y resbaladiza. «No tienes que hacer esto», suplicó la misma mujer.
Un sollozo salió de mi garganta, agudo e indefenso. No. No, ahora no. Por favor, ahora no. Mi cabeza dio vueltas. El zumbido de las aspas del helicóptero cortó el caos, fuerte, opresivo, como rotores cortando a través del hueso. Apreté los ojos con fuerza.