Archivos Corruptos

Eve

El brillo del pendiente de Danielle en su oreja se burlaba de mí.

Pulsaba como un faro de advertencia, un cruel recordatorio de que algunas verdades no podían permanecer enterradas para siempre. Y que tal vez… tal vez nunca debía haber escapado de las mías.

Hades me sostuvo más fuerte en su sueño, murmurando mi nombre como una oración, y eso me destrozó.

Porque confiaba en mí. Porque me amaba. Porque no tenía idea de lo que había hecho... o de lo que aún podría ser capaz de hacer.

Mi respiración se entrecortó. Miré al techo, contando las sombras que se movían con cada segundo que pasaba. Cualquier cosa para evitar pensar. Para evitar recordar cómo había gritado Felicia. Cómo su rabia se transformó en terror.

Sus manos, arañando el aire. Su voz quebrándose.

—¡Yo no soy el maldito objetivo!

Había objetivos, unos que Felicia conocía. Lo que significaba que Felicia tuvo un papel en el incidente de esa noche.

Recordé las burlonas palabras de despedida de mi padre: