El superviviente es el perpetrador

Eve

Mis ojos se abrieron de golpe ante la luz cegadora. Aspiré—el aire entró en mis pulmones como fuego. Mis extremidades se sacudieron, tratando de moverse, de defender, de correr

Pero no podía. Restricciones. Frías, metálicas e inflexibles.

El pánico surgió. Me sacudí, los bordes de la losa mordiendo mi piel. Mi voz se quedó atrapada en mi garganta—áspera, esforzada, a medio formar.

—H-Hola? —jadeé—. ¿Dónde?

Una voz respondió. Fría. Familiar. Devastadora.

—Estás despierta.

Me congelé.

Hades.

No podía verlo—pero lo sentía. Su presencia se cernía sobre mí desde más allá de la luz estéril, sofocante en su intensidad.

—Necesito hablar contigo —exhalé—. Hay algo que debes saber. Por favor, solo escucha

Su voz me atravesó como una cuchilla.

—¿Fuiste tú quien lo hizo?

Parpadeé. —¿Qué?

—¿Eres la bestia de la noche?

Cada palabra era como hierro hundiéndose en mi pecho. Giré mi cabeza, lentamente, con dolor. Mis ojos se adaptaron.