Recuerdos de Vassir

Hades

La ampolla estaba lista. Espesa. Negra. Ardiente.

—Última oportunidad, Su Majestad —dijo Tavin.

Extendí mi brazo.

Las correas se apretaron.

La aguja se hundió.

El mundo se detuvo.

La primera gota golpeó mi torrente sanguíneo y el dolor—un dolor cegador y abrasador—corrió por mi columna como un rayo golpeando el hueso. Convulsioné, los puños apretados mientras la oscuridad recorría mis venas.

Y con ella

Memorias.

Su risa en el ring.

Su rostro, vulnerable y desafiante, la primera vez que se enfrentó a mí.

El peso de su cuerpo acurrucado contra mi pecho la noche en que se llamó mía.

La forma en que susurraba Rojo, como si significara salvación.

La forma en que sus labios temblaron la primera vez que me dijo que confiaba en mí.

La noche que le dije que yo también lo hacía.

Cada recuerdo apuñalaba como una daga. No perforando mi cuerpo. Sino mi corazón.

Cerberus aulló dentro de mí, su llanto fracturado por el dolor. —¡BASTA! Por favor—sáquenla—sáquenla