Intenté no estremecerme ante su doloroso puyazo. Continuó monótonamente.
—Ya me aseguré y escaneé tu sangre. Con lo que llaman el marcador de Fenrir en tu sangre, eres de hecho el boleto de mi manada para sobrevivir.
Parpadeé lentamente, sus palabras reptando como arañas bajo mi piel. Su tono era demasiado calmado. Demasiado frío. Como si ya no estuviera hablando de mí. Como si yo fuera un recurso. Una reliquia. Algo antiguo que desenterrar y destripar por piezas.
—Mi... sangre —repetí, la realización inundándome demasiado rápido, demasiado fuerte—. ¿Quieres extraerla... para dársela a otros?
—A los civiles de la manada, sí.
Negué con la cabeza, respiración acelerándose.
—Estás hablando de—¿de transfusiones? ¿Inyecciones? ¿Experimentos?
—Cosechas —interrumpió.
La palabra me silenció. Era tan definitiva. Tan brutal. Tan desvinculada del hombre que conocía. Estaba de nuevo en Facultad 14, y no era Hades quien me hablaba—era el científico.