Legitimación

Hades

No hablé.

No podía.

No había nada en mí excepto un silencio atónito y reverente mientras la observaba.

Eve.

Un nombre que había pronunciado con furia, en oración, en pena, pero ahora no podía decirlo en absoluto.

Porque allí estaba ella.

Porque se atrevió.

Porque reclamó su lugar no con un grito, sino con una frase que convirtió el aire de esta cámara en electricidad.

Y yo estaba arraigado. Observando. Respirándola como el humo que no tenía derecho a inhalar.

Kael fue el primero en romper el hechizo. —Ella merece el asiento —dijo, con voz firme y mandíbula apretada—. Todos lo saben.

Silas se burló. En voz alta. El sonido chocó contra el silencio como metal rascando sobre hueso.

—¿Merece? —escupió—. Ni siquiera es una licántropo. No tiene ningún escudo, ningún título, ninguna reclamación. No es de Obsidiana, ni real, ni nada más que una... ventaja genética.