—No deberías haberla dejado.
—Está bien. Está segura.
—Ese no es el punto, Snow. Se supone que debes protegerla—nuestra compañera.
—Zara es mi compañera.
Glaciar gruñó bajo. Su frustración ya se estaba intensificando pero lo ignoré, agarrando el volante con fuerza.
Mi teléfono vibró en el tablero, sacándome de mis pensamientos. Eché un vistazo a la pantalla, el nombre de mi padre brillaba intensamente.
Suspirando, contesté la llamada. —Padre.
—Snow —vino su voz autoritaria—. ¿Por qué no te presentaste en la manada hoy?
Apresé mi mandíbula, preparándome para el inevitable interrogatorio. —Surgió algo urgente —respondí con calma.
—¿Más urgente que tratar con el padre de Ivan?
Suspiré y cuando hablé, elegí mis palabras cuidadosamente. —Lo manejaste, ¿no?
Hubo una larga pausa al otro lado. —Lo hice —mi padre admitió a regañadientes—. Pero te necesitaba ahí. Era importante, Snow. Él...