La Gala IV

Atenea no estaba segura de qué la enfurecía más: la ardiente bofetada de humillación que ardía en su mejilla, las estratagemas solapadas de Fiona, o la volubilidad de la confianza humana.

Pero lo último hacía que su mandíbula crujiera.

Esto era una gala donde se celebraban sus logros, y aun así, aquí estaba ella, acusada de ser una ladrona.

—¿Cómo podían creer que era capaz de robar una pieza de joyería frágil sin valor monetario, especialmente después de premiarla? ¿Acaso nadie poseía el sentido común para ver lo absurdo de todo esto?

Sus ojos se dirigieron hacia Ewan y Zane, quienes observaban la escena desarrollarse con una mezcla de confusión y preocupación.

Ewan parecía particularmente angustiado, su ceño profundamente fruncido en confusión. La ausencia de Sandro aún no se notaba, y Zane parecía muy interesado en intervenir para defenderla.