En La Corte

—El salón todavía parece el mismo —fue el primer pensamiento de Atenea al entrar en el salón del consejo de ancianos, sujetando fuertemente las manos de sus hijos.

El familiar aroma de la madera añeja y la piedra pulida la envolvió, un dulce y amargo recordatorio de las innumerables decisiones tomadas en este mismo espacio. Lo único diferente era el proyector que Aiden había montado ayer con su permiso respecto al caso de hoy, una adición moderna y marcada contra el fondo atemporal del salón.

Atenea sintió una extraña sensación de desubicación al ver la semejanza después de todos estos años, pues parecía una señal reveladora de que estos ancianos seguían siendo los mismos—estoicos como siempre, y frustrantemente superficiales al creer en pruebas anticuadas y defectuosas. Pero hoy, decidida y preparada, abriría camino a través de su ignorancia para presentar pruebas tan convincentes que no habría lugar para juicios insensatos.