Un Problema Gris II

Atenea apretó los labios en una línea delgada, su mente acelerada mientras se preguntaba qué había salido mal ahora. Justo cuando estaba reflexionando sobre esto, Sandro entró a su oficina.

Parecía demacrado, sus ojos rodeados por círculos oscuros de agotamiento—¿había estado tratando la enfermedad Gris también?

No podía recordar la última vez que lo había visto bien afeitado, y ahora su mandíbula lucía más barba de lo usual.

—Buenas tardes, Atenea. ¿Cómo te encuentras? —saludó Sandro, dejándose caer en una de las sillas frente a su escritorio.

No pudo evitar reír al notar su apariencia desaliñada. —Parece que estoy mejor que tú.

Sandro soltó una risa seca, revolviendo su cabello mientras se acomodaba en una posición más cómoda. —Intenta manejar una compañía con ramas diversas, ocupando el lugar de tu jefe, y verás si no te crece un dedo extra y dos ojos.